El imperio romano llegó a ser durante su esplendor (117 EC) la civilización con la estructura socio-política más extensa del occidente.
La edad dorada del imperio Romano
A partir de este momento, Roma vivirá sus años de mayor poderío. Pues con esta dinastía y la siguiente, la de los Antoninos, se sucederán grandes emperadores, gestiones y conquistas. Destacan entre ellos los hispanos Trajano y Adriano.
El primero fue el primer emperador nacido fuera de Italia. Además, fue el que obtuvo la máxima extensión para el Imperio. El segundo, la perfecta mezcla entre pensador y guerrero. Pues Adriano fue un hombre muy cultivado, con pasión por la cultura griega y la filosofía. Enriqueció el imperio con arte y grandes construcciones a la vez que manejaba la guerra y las revueltas con mano muy dura.
Tan basto imperio y tal enormidad de gente a la que controlar y gobernar exigía a grandes emperadores con conocimientos e implicación a la altura de las circunstancias. Pues en todo momento había alzamientos contra Roma en las provincias conquistadas y ataques de los pueblos fronterizos. Mantener el orden dentro y fuera del Imperio era una misión cada vez más difícil.
El penúltimo de los Antoninos, Marco Aurelio, fue el último gran emperador capaz de mantener esta grandeza en Roma antes de que comenzara su declive. Una grandeza que el imperio volvería a conocer sólo en etapas aisladas gracias a la aparición de grandes nombres.
La caída definitiva del Imperio Romano
Al día de hoy no hay un acuerdo preciso acerca de los motivos que llevaron a la caída del Imperio Romano, explica la Enciclopedia Mundial de Historia, una organización sin fines de lucro que pretende mejorar la educación histórica en todo el mundo.
Entre otras cosas, el artículo publicado en el año 2018 menciona que el cristianismo jugó un papel fundamental ya que la nueva religión (instaurada en el siglo IV) minó las costumbres sociales del imperio que proporcionaba el paganismo.
Por otra parte, Britannica asegura que el siglo venidero a los cinco buenos emperadores estuvo plagado de conflictos y mala gestión, los cuales fueron sucedidos por una serie de emperadores que gobernaron haciendo mal uso de la milicia, la riqueza y el poder reestablecido por la época dorada del Imperio Romano.
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El punto cúlmine que distingue a esta serie de emperadores es el de Teodosio I, el último emperador que gobernó el Imperio antes de dividirse. Según la Enciclopedia de Historia, el Imperio Romano era inmenso territorialmente, lo que ocasionó una inestabilidad política en sus gobernantes.
Por lo tanto, Roma se dividió en los imperios oriental y occidental hacia la muerte de Teodosio, en el año 395 d.C. Estas facciones tenían intereses propios y miradas distintas de un imperio a otro, lo cual derivó en la debilitación de uno en comparación con el otro.
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